Filosofía



Sobre la tortura..

Es evidente que la violencia, en sus diferentes manifestaciones, se ha incrementado en la última década, pero no indica que en otras épocas no haya existido. Lo que sorprende en la actualidad es que la violencia se ha manifestado con mayor intensidad, con ganancia y manifestación en los espacios públicos y sin el mayor asombro por parte de aquellos que la ejercen y de quienes la observan; no así de los que la padecen...

Este ejercicio de la fuerza e imposición de la misma, tal como hemos visto, se da a través del poder. Se vincula a la violencia con el poder, pero, este en el sentido de considerarlo como una relación donde un hombre está sometido a otro, por ello denota una jerarquía, un nivel diferente en la dualidad victimario/víctima. No se trata del poder, tal como lo describe Arendt diciendo que el poder corresponde a la capacidad humana para actuar concertadamente y que no es propiedad de un individuo, sino que surge entre los hombres cuando actúan juntos y desaparece cuando se dispersan otra vez.10 Sin embargo, tal como se decía, esa vinculación de la política con el poder toma como referente un carácter instrumental, en cuanto que en la violencia se hace uso de medios para alcanzar un objetivo dominador....

El objetivo principal, de la tortura, de acuerdo a definiciones oficiales, es la obtención de información, castigo o intimidación, pero tiene también un propósito central: aniquilar la resistencia del sujeto. La tortura debilita el cuerpo, el estado emocional y espiritual de las personas a través de la violencia ejercida sobre él, con la finalidad de desgastar y eliminar de ella su dignidad, así como la forma de expresarse. Y para ello se emplean medios que pueden ser, desde los golpes hasta el empleo de los instrumentos más sofisticados, para producir gradaciones crecientes de dolor físico, intentando llegar al límite de la resistencia de la víctima, pero sin llegar a la muerte...

La tortura, por lo tanto, huella imborrable del dolor en el cuerpo, es una técnica del poder que se orienta, de manera ordenada, premeditada, a provocar la mayor cantidad de sufrimiento posible con el fin de controlar y degradar totalmente al sujeto, y esto, aparentemente con la finalidad de obtener una información, una colaboración exigida al torturado, pero que en el trasfondo lo que se busca y goza es el control del sufriente. Es, de esta manera, la tortura, un instrumento de la violencia, que atraviesa lo corporal para suscitar, a través del dolor y sufrimiento, el quiebre de la subjetividad. La persona deja de ser persona, deja de ser un cuerpo...

Tal como lo mencionaba al inicio del trabajo, la violencia y, en especial, la tortura como una forma de la misma, en su reflexión, no puede ser hecha a un lado del quehacer filosófico. Es una tarea urgente. Se hace importante, entonces, pensarla haciendo patente las diversas formas que toma, en su abanico pragmático, ya que la vivencia misma del dolor y el sufrimiento que padece el torturado se hace incomprensible para el espectador. Es necesario dar voz a aquellos que en la tortura les es negado el habla, donde se les acalla y en donde el lenguaje se convierte en un grito, ya que ni siquiera al hablar, al dar la información se termina el sufrimiento. Es una tarea pendiente, también, romper esa normalización de la violencia en la que nos encontramos actualmente en nuestras sociedades. Es un acontecimiento que fractura nuestro existir como comunidad.

Arturo Chávez-Flores 

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